Maestros
Se despertó sudando. Su corazón palpitaba como un caballo desbocado. Era
una sensación que ya había sentido varias veces en su vida.
La vida de los maestros era así, llena de incertidumbre y dudas, vagando
de un sitio a otro, de ciudad en ciudad y de un pueblo a otro, hasta que te
adjudicaban la plaza fija.
Abrió la ventana en plena madrugada para poder sentir el aire fresco de
la noche y sintió como un sentimiento de afecto e ingenuidad le llenaba el
corazón.
Había sido un curso tranquilo pero lleno de ilusión, que había sabido
transmitir a sus alumnos de primaria, y ellos con toda su inocencia y candidez
le habían agradecido con esa lealtad que con los años se va perdiendo y jamás
volvemos a recuperar.
Cerró los ojos y se vio en clase. Cualquier día era bueno para recordar:
la entrada matinal, ajetreada y llena de fuerza que los niños radiaban a
primera hora de la mañana, el ruido de las mesas y las sillas al entrechocar
unas con otras, los cierres de las carteras al abrirse y liberar los cuadernos
y estuches que emanaban ese olor tan característico, las preguntas de los críos, algunas tan elocuentes y otras tan
torpes y vergonzosas, la hora del
recreo tan ansiada por ellos y merecida por los maestros que intercambiaban
anécdotas en el patio del colegio.
Todas esas sensaciones entraban en sus
pulmones junto a la brisa de la madrugada, acuchillando con su hoja certera los
sentimientos vividos ese año. Un sentimiento que le oprimía el pecho y casi le
dejaba sin respiración. Esas emociones que sentía y no sabía expresar, se
escapaban esa noche por la ventana. Quería gritar, llorar y reír al mismo
tiempo. Sentía en su corazón un sin fín de alegrías y tristezas que necesitaba
expresar. Sabía que el curso se acababa, que muy pronto se iría y dejaría a sus
niños, esos que habían sido su vida durante un año, aquellos que le habían
hecho sentir la devoción que sentía por la enseñanza y poder ser partícipe de
una personalidad y carácter que perduraría siempre en sus vidas.
Sabía que su
vida era así y no podía cambiarla, ni quería cambiarla.
-Es la vida de un maestro de escuela –pensó-, hasta que por fin encuentra
su sitio y puede disfrutar algunos años más de una misma clase,verlos crecer y madurar, compartiendo parte de
su día a día, sus sonrisas y sus lágrimas, sus éxitos y sus fracasos,
intercambiando sentimientos que solo un maestro puede llegar a sentir por esos
niños que pasan por su vida como un suspiro, una exhalación que deja unos
recuerdos imperturbables y llenos de serenidad.
Cerró la ventana y sintiendo otra vez el cálido ambiente de la
habitación, volvió a dormirse, pensando que su vida, esa vida de maestro que
había elegido, seria inmensamente maravillosa.
Jc Llamas.
TU RELATO SOBRE EL MAESTRO, ES, SENSIBLEMENTE MARAVILLOSO, LATERNURA QUE LE PONES A CADA LETRA¡ME HACES SENTIR,LOS LATIDOS, DE UN CORAZON BONDADOSO , SIGE ASI ,ESCRIBIENDO, CON EL CORAZON BICOS ,,VICTORIA
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